Nota del diario La Capital de Mar del Plata
Natty Petrosino, una de la más grandes filántropas de la Argentina, pasó por Mar del Plata. Participó del Congreso Callejero por la Paz, pero antes habló con LA CAPITAL.
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Natty Petrosino recibió el premio internacional a la "Mujer del Año" en 2006. También fue nominada al Nobel de la Paz. Este año en Mar del Plata fue designada "Embajadora de Paz".
por Oscar Lardizábal
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lardizabal@lacapitalmdq.com.ar
La participación de Natty Petrosino en el Congreso Callejero por la Paz, desarrollado ayer en el corazón del puerto, permitió conocer más de cerca a quien es mentada como una de la más grandes filántropas de la Argentina o, aún más habitual, como "La madre Teresa argentina".
El mismo papa Francisco, al comunicarse con ella telefónicamente semanas atrás, asoció su legado y su acción con la santa de Calcuta.
Por supuesto, se la conoce más luego de dialogar con ella durante una hora en el Hermitage Hotel, pero sería injusto presentarla sólo con sus palabras de la entrevista. Para conformar el retrato de esta mujer excepcional hace falta recorrer al mismo tiempo su historia de vida, y conjugar pensamiento y testimonio.
Ante todo, preguntemos si le conforma que, por economía mediática, se la identifique como "La madre Teresa argentina": "Esto viene sucediendo desde que aún vivía la madre Teresa. Me siento muy feliz de que me digan así, porque ella es un gran referente respecto del amor a Dios y a los pobres. Pero no me agrada, a la vez, en el sentido de que no tengo nada en común con ella, excepto mi amor a los pobres y a Dios. Ella vivía con una institución detrás. Yo no. Simplemente quiero obedecer a Dios, que se manifiesta en la comunicación con todas las personas".
De modelo a ser un modelo
Cuarenta y cinco años atrás Natty Petrosino era una famosa modelo argentina. Había cursado sociología y medicina en la UBA, también incursionado por las pasarelas y comenzaba a hacer carrera en el cine.
Entonces, la lucha contra un cáncer y una visión mística cambiaron radicalmente el rumbo de su vida.
Entregándose por entero al camino señalado por Jesucristo, donó muchísimos bienes y resolvió que en su casa de Bahía Blanca, donde aún tiene residencia, habrían de tener refugio y consuelo los más pobres y marginados, los sufrientes.
Pero, claro, la casa aunque muy amplia, quedó chica y aumentaba cada vez el número de las personas que a ella recurrían, por lo que, inspirada también en el ejemplo de San Francisco de Asís, creó una red de hogares y se mudó a uno de ellos. Esta red contiene a niños con discapacidades severas, sirve de tránsito a mujeres embarazadas solteras, asiste a ancianos, a enfermos terminales, a vagabundos abandonados totalmente, a indigentes. En sus comedores llegaron a servirse unos 7.000 platos por día.
Pero en 1990, Petrosino volvió a dar un paso inusitado en su lucha social. Traspasó la red asistencial a manos de la Iglesia Católica y comenzó a recorrer la Argentina con su casa rodante. De este modo han experimentado su solidaridad mapuches de la Patagonia, wichis en el Chaco, huarpes en el desierto mendocino, también comunidades indígenas de Tucumán y de Formosa.
Con el tiempo y como consecuencia natural de su obra extraordinaria, casi silenciosa durante décadas, llegaron los reconocimientos. Ha sido nombrada con el premio internacional "Mujer del Año" en Italia (2006). En 2009 fue nominada al Premio Nobel de la Paz y en 2012 la Promoción de Derechos Humanos de la Universidad de Navarra la galardonó con el Premio Internacional "Jaime Brunet".
Hace poco más de un mes, en el transcurso del Foro Internacional de Mujeres realizado en el NH Gran Hotel Provincial de Mar del Plata, fue designada "Embajadora de Paz", reconocimiento que avala la Unesco, y con esta condición participó ayer del Primer Congreso Callejero por la Paz, que se desarrolló en el barrio Puerto.
Ordenar nuestro interior
¿Cómo expresa su mensaje de paz?
"Tengo claro después de tantos años de servir a Dios, que la paz que nosotros necesitamos en el mundo la vamos a lograr si empezamos por estar en paz nosotros, por ordenar nuestro interior".
Luego le preocupa la salud del planeta. "Sólo tenemos el 2 por ciento de agua potable, el sol afecta con sus rayos más dañinos, hay terremotos y catástrofes por todos lados, se extiende una hecatombe económica. Caemos en la moral. Si esto sigue así tal vez tengamos la suerte de partir (morir) todos juntos. Y tal vez suceda muy pronto. Y partiremos hacia un Dios que nos espera para juzgarnos según lo que cada uno hizo. Pero si nosotros nos lo proponemos, cada uno de nosotros, a ser cada día mejores, dejaremos un mundo mejor para nuestros hijos y nuestros nietos".
Los premios y los viajes por los más diversos países del mundo, donde ha podido mostrar o extender su tarea, no le impidieron cumplir con su anhelo permanente, el de amar a Dios y a su Creación, yendo al encuentro de los más desfavorecidos, involucrándose completamente, de cuerpo y alma.
Y es así porque desde hace más de una década, Natty Petrosino, conduciendo ella misma, aún hoy cuando tiene 75 años de edad, y trasladando una casa rodante, se dirige hacia las zonas del país más desamparadas (en selvas, desiertos, lugares de difícil acceso) llevando a esas comunidades, en su gran mayoría aborígenes, la ayuda que logra recoger al recibir donaciones de todo el país y del extranjero. Traslada y entrega la ayuda pero además convive durante semanas con esas comunidades, viviendo en la casa rodante.
"Cuando tengo lo suficiente para cargar el camión con todas las cosas que la gente me envió desde partes del país y los 80 mil pesos necesarios que se van como costo de cada viaje, entonces salgo".
Petrosino parece no conocer de especulación alguna al momento de opinar. Reconoce problemas serios en la Argentina pero advierte que no hay grandes diferencias con la situación que se vive en otras partes del mundo, incluyendo a las naciones más desarrolladas. "Nunca me iba a imaginar que en Suiza iba a haber problemas laborales. O en España. O en Alemania".
Luego advierte sobre la tendencia de los medios de comunicación masiva a resaltar sólo lo malo. "Informan más de las cosas malas que de las buenas, que todavía sigue habiendo y que son la esperanza de la Humanidad".
Con las voluntades de cada día
Natty Petrosino no pertenece a ninguna institución o congregación religiosa. En cada viaje solidario simplemente suma a los voluntarios que en ese momento están disponibles. La acompaña en la camioneta un "chico discapacitado", como ella lo refiere, aclarando que es una persona de 60 años, con mentalidad infantil, que le ayuda en las tareas cotidianas, incluyendo el cuidado de su perrito de 15 años.
Tampoco recibe subsidios oficiales. Apuesta todo a la providencia. "Sigo viviendo -dice- sin personería jurídica, sin socios, sin voluntarios estables. Sin nada permanente".
Ahora, cuando vuelva a Bahía Blanca, tiene previsto ultimar detalles para una nueva partida. Irá con su camioneta hacia Juárez donde siempre deja la casa rodante, y luego se dirigirá hacia el desierto mendocino.
Su familia la acompaña. Su decisión radical en principio afectó su matrimonio cuatro décadas atrás, pero igualmente su marido -fallecido en el año '96- fue protagonista esencial de la obra, porque -como lo comenta Natty- "en los primeros años de mi misión siguió en la casa hasta que los hijos se hicieron grandes. El día que terminó la secundaria el más chico, él renuncio a todo y se vino conmigo".
Natty Petrosino tiene cinco hijos, dos de ellos adoptados. Desarrollaron sus carreras profesionales, pero en mayor o en menor medida aportan a la increíble aventura de filantropía de la madre. Por ejemplo, el segundo de los hijos (sociólogo, horticultor orgánico y músico) compone canciones que forman la mayor parte del repertorio que se canta en las misiones.
Finalmente, ¿qué anhelo inspira hoy a Natty Petrosino?
"Mi anhelo es que todo el mundo se dé cuenta de que el otro es su semejante, sin importarle si es pobre o rico. Me molesta muchísimo cuando se dice que debe haber una Iglesia pobre para los pobres. La Iglesia, sí, tiene que ser pobre, pero debe ser para todos. La gente no tiene la culpa de nacer en un hogar que no sea pobre, y de trabajar y con ese trabajo salir adelante. Quien más tiene debe ayudar al que menos tiene. De estas cosas hablé con Francisco. El es una persona que tiene muchas ganas de hacer las cosas bien. Y ojalá pueda. Pero desde ese lugar es muy difícil. Bajarse del Vaticano es muy difícil".
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