sábado, 22 de diciembre de 2018

Así viví la Navidad de los Wichís en el Impenetrable formoseño

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Con su hermosa sonrisa, la jovencita Isabella me enseñaba Wichí en el segundo día de nuestra estadía, en una experiencia inigualable en el Impenetrable formoseño que duró tres días en la selva con los Wichís.
Fue un viaje inolvidable de la mano de Natty Petrosino, quien hace 23 años, lleva la Navidad a esta comunidad, además de camiones de comida, ropa, vacunas, medicamentos y juguetes.

Alvaro de la Madrid, autor de la nota, con Isabella
En el Impenetrable formoseño, no hay Estado. El gobierno provincial sólo ejerce un clientelismo electoral sin presencia concreta en el día a día y lo cotidiano.
El Impenetrable, está a 65 kilómetros de la ciudad de Juárez, al oeste de la Provincia de Formosa, a casi 800 kilómetros de Formosa capital.
Allí Natty Petrosino nos reunió y nos contó a las cuatro personas que nos uníamos a su labor por primera vez los antecedentes y alcances de su misión. También nos relató cómo esta tarea llegó a su vida de manera extraordinaria y cómo se desarrollo este servicio en el tiempo. En total en el grupo éramos 12.


Natty Petrosino hace 23 años trabaja con la comunidad Wichi
Natty Petrosino, es conocida como “la madre Teresa de Calcuta de Argentina” o bien como “La Perla del Sur Argentino” por su tarea inconmensurable en Bahía Blanca. Allí, desde hace 50 años asiste, cura, cobija, hospeda y le ha dado de comer a miles de compatriotas.
Sus acciones son conocidas en el mundo: en medio siglo de servicio tuvo premios y distinciones, entre ellas, dos nominaciones al Premio Nobel, las cuales agradece con simpleza sin creérsela. 
Luego de un día de viaje, llegamos a a Juárez, ciudad formoseña donde el narcotráfico es realidad cruel. Partimos luego por un camino de tierra intrincado hasta la comunidad Wichí de Divisadero, en el límite con la Provincia de Salta y Paraguay.
Los Wichís, hasta la llegada de Natty Petrosino hace 23 años a la selva, sólo conocían de orfandad, hambre, desamparo y la impotencia de la pobreza extrema. Todo era soledad y devastación. Muchos se morían de desnutrición y sarna, de infecciones; las mujeres morían en los partos, y a los niños al nacer les costaba sobrevivir. No tenían casas, ropa, comida, asistencia sanitaria y no conocían la Navidad.
Hoy toda esa realidad dejo de tener esa crueldad extrema, gracias a Natty Petrosino.
Hay casi 20.000 Wichís en la selva de Formosa. Es la zona Wichí, con mayor tasa de maternidad en chicas de entre 10 y 14 años, por encima de Chaco y Salta.
En la selva vivimos como ellos: dormimos en el piso, o al aire libre, comimos poco, no nos bañamos porque estuvimos al servicio de ellos y de las tareas que Natty Petrosino nos indicaba.
Soportamos 52 grados de temperatura, después lluvia breve refrescante y luego calor de nuevo y todo tipo de inclemencias que impactaban en el cuerpo. Pero nunca nos quitaban las ganas de hacer y servir.
Lo increíble fuer ver que Natty Petrosino con sus 80 años, siempre fue quien se encargó de llevar adelante el trabajo duro.
Con nosotros llego el camión de mercadería, ropa y alimentos, según Natty Petrosino lleva en cada viaje.
Ella, en éstos 23 años, les construyó casas, escuelas, sala de primeros auxilios, parques con jardines, los vacunó, menguó y aplacó la desnutrición, los desparasitó y los curó de sarna. Les dio, casa, comida, medicamentos y ropa.
Nunca dejo de ir. Aún cuando los Wichís en reyertas o peleas rompían las cosas; o que cuando alguien moría, destruían también la casa siguiendo sus ancestrales costumbres al respecto.Natty infatigable, volvía al otro año y les hacía de nuevo las casas.
Al segundo día, preparamos toda la comida y los juguetes ,y todos los aspectos de la Navidad. Además, se llevó adelante el pesebre viviente.









Cerca de 1500 Wichís de distintas comunidades y 400 niños fueron parte de una experiencia única que se repite todos los años en la selva y donde todos participan en la Navidad y el pesebre, vestidos por Natty Petrosino
Los Wichís mismos hacen de José, María, un niño Jesús, los tres Reyes Magos; los niños Wichís acompañan a los pastores e interactúan con los ángeles y el arcángel Gabriel que anuncia la llegada del Salvador.
Ver y vivir esa experiencia y esas lecciones en la selva es algo indecible, indescriptible, difícil de contar de una forma que se acerque a lo que se vivió esa noche en la selva formoseña.
La celebración posterior y entrega de alimentos de la Navidad, dieron lugar, a la vuelta de los Wichís a sus comunidades. Algunos vinieron caminando desde distancias de hasta 60 km.
Al tercer día entregamos juguetes a cada niño y luego de un largo trabajo regresamos a Juárez y desde allí a Formosa.
Natty Petrosino es quién los hace sentir parte, los saca del olvido y la orfandad de todo, de la negación; allí, en medio de la nada, en la lucha contra el tiempo de los Wichís que los excluye y discrimina.
Durante nuestros días en la selva, las calles de las comunidades se llenaron de los niños alegres que jugaban con los juguetes que se les habían dado. Nadie se quedó sin alimentos, ropa, ni  juguetes.
Esta es la única fiesta que los Wichís tienen en todo el año. La navidad de la mano de Natty Petrosino.
Sin tanta indecencia, corrupción y olvido, Natty Petrosino no tendría que estar del modo que ésta en la selva, a los 80 años, desde hace tantos años. Estaría igual, pero no desde la urgencia y el drama lacerante que soportaron los Wichís, hasta su llegada.
Natty Petrosino y las 12 personas que la acompañamos pudimos plasmar algo que falta en la Argentina y es posible con voluntad y determinación: hacer que las cosas sucedan; derrotar los inconvenientes y superar las dificultades desde la acción.

Natty Petrosino y el grupo que visitó el Impenetrable formoseño
La carencia de todo del Impenetrable, es también la muestra más vergonzante de la Argentina que sufre y padece; de la Argentina doliente que se reproduce en varias provincias y en sus calles.
Del norte que cruje y pide ser integrado. Del país que debemos construir y la realidad que debemos cambiar. De los originarios que no integramos y de la pobreza que no queremos ver.
(*) El autor es dirigente de la UCR, abogado y escritor

Alvaro De Lamadrid

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